Por: Alberto Póndigo Tinoco
Cada vez que una persona lee
debe experimentar una sensación de que el cerebro se enciende. A diferencia de
ésta sensación Carr describe que: experimentamos un estado de bienestar cuando
estamos en estado online, tratando de pensar, ¿qué ha pasado cuando por
distracción olvidamos nuestros celulares en casa? Nos sentimos desprotegidos,
incluso nos sentimos vulnerables informativamente. No estamos “online” no
sabemos qué ha pasado en el mundo, todo el día que estamos lejos de nuestro
“smartphone” o “tablet” experimentamos una sensación de ansiedad y anhelamos el
tenerlo en nuestras manos, sólo para revisar que es lo que nos hemos perdido,
que es lo que ha sucedido en el mundo en nuestra breve ausencia.
La mayoría de nosotros tenemos
cuentas en Twitter, Facebook, Flickr, Instagram, Youtube. Utilizamos a un
gigante de las búsquedas, como Google. Revisamos nuestro correo en Yahoo,
Hotmail, después de revisar todas nuestras notificaciones, miramos el reloj y
nos damos cuenta que no han pasado más de 15 minutos pero ya hicimos un montón
de actividades; ya recibimos toneladas de información.
No siempre las hacemos en
este orden. El orden y el tiempo estimado en cada actividad es diferente,
muchas veces no es lineal, “jugamos” a saltarnos algunos pasos, hacemos lo que
nos dicta la mente y el ocio en el momento. Por ejemplo, podemos estar
conectados a Facebook más de 30 minutos; hasta perdemos la percepción del
tiempo, el estar sentados en la computadora no sólo nos ha hecho más perezosos
intelectualmente, también ha afectado nuestra condición física. Preferimos
“ejercitarnos” para relajarnos 30 minutos en una red social, que emplear ese
mismo tiempo en la lectura de un libro.
Queremos estar conectados,
queremos procesar información de diferentes temas a altas velocidades.
Lejos de ser un avance en el
pensamiento, el primer capítulo nos cuenta como el cerebro poco a poco se va
desgastando, la imaginación poco a poco comienza a ser más concreta y
paulatinamente va desapareciendo. Cada vez nuestro pensar se ha vuelto más
enredado, nuestra retención de memoria ha sido afectada, el leer en un libro ya
no nos parece suficiente.
En el siguiente capítulo. Conforme
nuestros gadgets se innovan y nos abren posibilidades visuales, el uso de un
libro parece más arcaico; sin sentido. Hemos desarrollado una nueva forma de
leer, tristemente existen datos que avalan esto, mientras que las aplicaciones
en un Ipad, como iBooks o Kindle suben en número de descargas, las ventas de
libros bajan. Las ventas en medios impresos están bajando considerablemente,
amenazando con la quiebra a muchas editoriales.
“Renueva o muere”, es el
lema de varias ediciones impresas, como la revista semanal “The New Yorker”. La
edición para Ipad ha sido un éxito, en mi caso encuentro ya muy tedioso el leer
la revista, preferí instalar la aplicación, donde a pesar que es la misma
información que encuentro en el número, me da las posibilidades de ver un video
al mismo tiempo que leo. Hemos desarrollado todo un nuevo lenguaje de lectura.
El cerebro, lejos de ser la
máquina con plantilla prediseñada que planteaba el racional Immanuel Kant ha
desarrollado nuevos códigos de aprendizaje. El cerebro ya no se considera inalterable
en su proceso de pensamiento, varias pruebas desde el nacimiento del
psicoanálisis con Sigmund Freud han demostrado que nuestro cerebro “reacomoda”
los circuitos neuronales adaptándose al uso que le demos, nada de estructuras
formales, la mutación es posible. La evolución nos ha dotado de un cerebro que
literalmente puede cambiar de forma de pensar una y otra vez. Esto recibe el
nombre de plasticidad.
Un ejemplo que nos dice el
libro: “Si la persona aprende a leer en ‘braile’, la corteza visual se redistribuirá
para procesar la información recibida a través del sentido de tacto”. A pesar
que existen numerosos casos donde la plasticidad ha resultado benéfica y ofrece
la excelente posibilidad del cambio al determinismo genético (“a lo previamente
instalado”), resulta un arma de doble filo. Los malos hábitos también pueden
quedar tan bien arraigados en nuestros circuitos neuronales como los buenos.
El tercer capítulo no invita
a que pensemos en nuestros antepasados, en su forma de percibir el tiempo. No
contaban con avanzados relojes como los nuestros que tienen cronómetro,
temporizador, alarma, ni una pantalla donde dividiera el tiempo en horas,
minutos y segundos. No, su forma de organizarse dentro del tiempo se limitaba a
día y noche, sol y luna, nada más.
¿Por qué entonces fue
necesaria la creación de relojes de arena, de sol o de agua? Simple, si
queríamos llegar a un estado de mayor organización, donde nuestra vida en un
día común fuera más sencilla, necesitábamos forzosamente un sistema que no permitiera
en un primer grado palpar el tiempo.
La sociedad comenzó a ejercer mayor
presión en la precisión, si el reloj como máquina nos dio una enorme
posibilidad de organización, pero también ató nuestro pensamiento a un sistema
que en la actual sociedad moderna resulta imposible de romper.
Este capítulo también nos
cuenta de cómo en los tiempos de Sócrates se consideraba a la escritura como
una amenaza para el pensamiento intelectual, consideraba que era un paso a
convertirnos en pensadores menos profundos al tenernos que atar a un sistema
específico (lo mismo que el uso del reloj). En una cultura puramente oral, el
pensamiento se rige por la capacidad de la memoria humana. El conocimiento es
lo que se recuerda, por lo mismo se encuentra atado a lo que la memoria pueda
retener.
El uso de nuestros hermosos
aparatos nos facilita la portabilidad para coleccionar y leer varios libros en
el momento que queramos, pero también limita nuestra mente a continuar
creciendo. Es obvio que grandes logros literarios no hubieran podido trascender
si la cultura del lenguaje continuara siendo puramente oral, grandes ejemplos
de la literatura de habla hispana como “El Quijote de la Mancha” no habría
sobrevivido, la escritura nos ha facilitado el poder de la memoria.
El cuarto capítulo por su
parte, habla de que: desde los orígenes del hombre este buscaba un medio por el
cual comunicarse, sin tenerlo tan organizado, establecía forma de contar
historias. Tal es el caso de las pinturas de Altamira, en España donde se han
encontrado vestigios de nuestros primeros antepasados en sus intentos por
contar algo. Siglos después fue inventada la escritura por los sumerios y
empleaban el uso de tablillas para grabar sus textos.
Después de varios siglos
acostumbrados a este nivel de lectura se descubrió que el que la gente leyera
en voz alta tenía mucho que ver con el tipo de escritura sin espacios, resulta
un gran apoyo el leer la frase de arriba en voz alta por que el recurso
fonético nos ayuda a hilar más rápido las frases y entender el significado de
cada palabra.
La separación de las palabras dio paso al gran florecimiento de
la literatura, que hoy en día conocemos como los grandes clásicos. La lectura
de Shakespeare, Cervantes de Saavedra o Voltaire no hubiera sido posible si sus
textos hubiesen sido publicados bajo el formato “sin espacios”. Habría sido
imposible la comprensión de las palabras y más, por el constante empleo de
metáforas que utilizan.
Por otra parte, el capítulo
5°. Alan Turing, sinónimo de gran inventor; revolucionario de la sociedad. Turing
le demostró al mundo que todo, de verdad absolutamente todo, puede ser resumido
a un código basado en ceros y unos procesados transmitidos, al igual que,
reproducidos por una computadora.
La computadora a un lado del
Internet ha resumido los grandes avances de la cultura bajo el funcionamiento
de “todo en uno” tenemos nuestra biblioteca, nuestra tienda de música, nuestro
teléfono, nuestro supermercado en fin. Su único limitante a los inicios era la
velocidad. No resultaba rentable toda la energía y dinero que empleaba para
descargar una imagen, teniendo un laboratorio de fotos donde una persona en
cuestión de horas podía obtener la misma imagen en menor tiempo.
Las cifras que demuestran el
tiempo que le dedicamos a la red son sumamente aterradoras. El Internet se ha
convertido en un medio de difusión personal, distribuimos nuestras propias
creaciones en forma de blogs, videos, canciones, links etc. Hacia 2009 los
adultos en América del Norte le dedicaban un promedio de doce horas semanales,
el doble correspondiente a 2005.
En el capítulo sexto se
plantea que al libro se le ha presentado como el medio más resistente al
poderoso gigante de la Red. Los grandes editores han venido percibiendo grandes
pérdidas en los negocios a través de que todos los textos se van trasladando
del libro impreso a la pantalla.
El libro ha recibido varios
ataques frontales durante la historia del hombre, el ataque más actual,
reciente, eficiente y directo ha sido el monstruo enemigo del libro, el actual
desarrollado por Amazon, Kindle, decía Johnson “El universo de los libros al
alcance de nuestros dedos”.
El Ipad, otro dispositivo actual que nos facilita
el mundo de las letras a través de los dedos. Los procesos narrativos del libro
han ido adaptándose al medio online, como en el caso de “The New Yorker” han
ido incorporando diferentes posibilidades como video, música, imágenes, en
general la idea romántica de abrir un libro, leer los textos, subrayar palabras
desconocidas o memorizar citas, ha ido poco a poco desapareciendo
convirtiéndose en parte del mundo digital.
La escritura nuevamente no
está lejos del ataque, el escribir manualmente ha ido desapareciendo y
“Microsoft Word” se ha convertido en nuestra nueva máquina de escribir, con el
paso del tiempo, los cuadernos de apuntes serán un bonito suvenir del pasado.
En el séptimo capítulo
encontramos que a menudo no nos damos cuenta de todas las actividades que
realizamos al mismo tiempo, podemos estar chateando, descargando música (por
supuesto vía legal, por aquello de la piratería), subiendo fotos a Facebook,
mirando fotografías y todo esto sin sudar una sola gota. Sin duda, el
nacimiento del Internet es lo más potente en la influencia de la historia del
hombre desde el nacimiento de la imprenta. El hacer todas estas actividades en
un lapso de tiempo relativamente mínimo, genera los denominados inputs a
nuestro cerebro en las cortezas visuales, somático-sensoriales y auditivas, es decir
genera modificaciones en éstas áreas específicas del cerebro.
Nuestra mente es
más dispersa y en realidad a pesar que hacemos muchas cosas, retenemos muy
pocas. Bien dice el dicho, “el que mucho abarca, poco aprieta”.
Al actualizar un estado en
la red social buscamos generar un diálogo, incitar una respuesta. Tal como en
el cine, “ninguna toma es aleatoria”, lo mismo en los estados de ánimo
virtuales, nada es aleatorio. Buscamos una respuesta.
Cpítulo 8 Hoy en día
cualquier persona con los mínimos conocimientos en informática puede acceder a
este gigante de la información y resolver cualquier duda que se le presente.
Google nace gracias a los ideales de grandeza de un joven llamado Larry Page,
desde niño, Page había soñado con crear algo que cambiara completamente la
percepción del mundo.
Actualmente, Google se ha
potencializado gracias al constante uso de las redes sociales como Myspace,
Facebook y Twitter con la vasta posibilidad de generación de cadenas de
información con un simple click al “linkear” tu cuenta de red social con este
buscador. Google, ha cumplido el sueño de su creador, en realidad ha cambiado
la historia del hombre, ha trazado la carretera en los caminos de la
información y su acceso es libre para todo el mundo. Lo único aterrador aquí,
es ¿qué tanto nos conviene en realidad un buscador tan “inteligente”?
Lejos de que se me perciba
como fatalista, Google es sólo el inicio de la creación de la máquina que
supere al hombre.
Después de casi llegar al
final del libro, podemos aproximarnos a una conclusión y darle algo de crédito
a Sócrates. A medida que leemos los contenidos de las demás personas, dejamos
de concentrarnos en los nuestros, nuestra calidad de contenido va disminuyendo
a un proceso bastante rápido. Conforme nos acostumbramos al uso de Google como
fuente universal del conocimiento, hacemos a un lado la posibilidad de
profundizar que nos daba una enciclopedia en años pasados.
El poder de la USB y su
portabilidad para trasladar nuestra información poco a poco va limitando
nuestra capacidad de memoria, es decir, poco a poco vamos suplantando la
información que podemos albergar en nuestro cerebro en un dispositivo móvil,
dispositivo que por más capacidad que contenga, eventualmente se llenará, y así
como estamos en un constante flujo de información, es necesario que la vaciemos
para poder llenarla con nueva.
¿Qué es lo malo de esto?
Sencillo, todos los archivos que almacenamos en una USB, son temporales, tienen
un objetivo de vida bastante corto, después de que lo hayan cumplido, resultan
innecesarios en nuestra memoria y los borramos. En mi caso, de todos los
documentos que he guardado en una USB, no superan la esperanza de vida de un
semestre escolar.
Me doy cuenta que lo mismo
sucede con mi memoria. Poco a poco vamos vaciando nuestro patrimonio cultural,
y lejos de presentarse como códigos de informática, presenta un grave daño a la
formación del hombre. Si no lo practicas, lo olvidas, no importa que tan bien
lo hayas aprendido.
La capacidad de moldearnos,
los nuevos entornos informativos influyen en nuestro proceso de adaptación más
de lo que creemos o más de lo que percibimos. Se van adaptando a los recónditos
recovecos de nuestro cerebro, haciendo esto, como lo señalé anteriormente,
modifican nuestro proceso mental.
Estamos entrando en la etapa
del afianzamiento con la red, nuevas generaciones desde más pequeños van
estrechando más su relación con la computadora que con el libro o medio
impreso. Poco a poco le damos la bienvenida a un nuevo estilo de pensamiento.